La lectura de la primera Carta Encíclica de Papa Francisco, “Lumen fidei”, que fue publicada hoy, es un salto en el pasado, en la tradición; un pasado reciente, vivo, pero que podría parecer lejanísimo a la luz de todo lo que ha sucedido en la Iglesia durante los últimos cinco meses. El texto, como indicó el mismo Pontífice argentino durante un encuentro con el Sínodo de los obispos, es fruto de un trabajo «a cuatro manos». Benedicto XVI, que había terminado prácticamente su redacción antes de su renuncia el pasado 28 de febrero, entregó todo lo que había escrito a su sucesor, que lo revisó y completó.
Sin embargo, al recorrer sus páginas, resulta evidente que la pluma principal del texto (relativamente breve: de 91 páginas divididas en 58 párrafos) es la del refinado teólogo alemán. Y no solamente porque la encíclica sobre la fe cierra el tríptico sobre las virtudes teologales que comenzó con la “Deus Caritas Est”, sobre la caridad, y continuó con la “Spe Salvi”, sobre la esperanza. El estilo, las frecuentes alusiones a los filósofos y a los debates de la cultura alemana de los años 60, la insistencia sobre algunos temas e incluso la comparación entre la fe y las catedrales góticas (en las que la luz llega desde el cielo, a través de los vitrales en los que se representa la historia sacra) indican que Papa Francisco decidió respetar y acoger el trabajo y la profunda reflexión de su predecesor.
Lo dice el mismo Francisco en el séptimo párrafo de la encíclica:«Estas consideraciones sobre la fe –en continuidad con todo lo que el Magisterio de la Iglesia ha pronunciado sobre esta virtud teologal– pretenden sumarse a lo que Benedicto XVI escribió en las Cartas Encíclicas sobre la caridad y la esperanza. Él ya casi había terminado una primera redacción de la Carta Encíclica sobre la fe. Le estoy profundamente agradecido y, en la fraternidad de Cristo, asumo su precioso trabajo, añadiendo al texto algunas contribuciones más».
El título de la encíclica, “Lumen fidei” (“La luz de la fe”), resume la dinámica fundamental por la que transcurre el texto: la tradición de la Iglesia siempre ha asociado la fe con la luz, que disipa las tinieblas e ilumina el camino; pero en la modernidad, la fe «ha terminado por asociarse con la oscuridad», y se ha convertido en uno de los sinónimos del oscurantismo: «Se ha pensado que tal luz podía bastar para las sociedades antiguas, pero no para los tiempos nuevos, para el hombre convertido en adulto, orgulloso de su razón, deseoso de explorar de forma nueva el futuro. En este sentido, la fe se presentaba como una luz ilusoria, que impedía al hombre cultivar la audacia del saber».
(Editado de Vatican Insider)
No hay comentarios:
Publicar un comentario